martes, 16 de febrero de 2010

El diablo controlado.

Era totalmente sincero.
El amaba muchas veces a muchas mujeres y mucho.
Y esa era su fuerza.
No le faltaba amor. Su corazón se desparramaba.
El diablo ya sabía y no esperaba.
El diablo ya sentía su verdad.
Si dejaba a una mujer hermosa no era porque ya no la deseaba. Es porque deseaba a otra. Y eso no es lo mismo.
El diablo no se separaba del tiempo. Cambiaba. Giraba. Besaba.
Lo sabía ya: aquellos a quienes un gran amor aparta de toda vida personal quizás se enriquezcan, mas con seguridad empobrecen a los elegidos por su amor.
Amar y poseer, conquistar, agotarse.
Con deseo, cariño y entendimiento por fin el diablo estaba controlado.
Era libre.
Y un destino no es una punición.

(con amor a Albert Camus).

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